Vocación y familia- Catequésis


LA VOCACIÓN COMO LLAMADA

El término vocación proviene del verbo en latín vocare, que significa llamar. La primera llamada que Dios hace a toda criatura es la de convertirse, mediante el sacramento del Bautismo, en sus hijos.
Entre los bautizados, algunos están llamados a entregar su vida a Dios mediante la consagración sacerdotal o religiosa; otros están llamados a entregarse al Señor mediante el sacramento del matrimonio. Por lo tanto, la vida matrimonial es también una vocación, es decir, una llamada de Dios.

EL NOMBRE

La costumbre de llamarse por el nombre es una práctica muy común en nuestras familias, sobre todo si hay niños. La elección del nombre que se impone a los niños y por el que se les llamará durante toda su vida es una decisión de no poca importancia por parte de los padres.

Hay muchas razones por las que se elige un nombre. A veces es el nombre que se ha transmitido en la familia durante generaciones; a veces es el nombre de un santo al que los padres son especialmente devotos, o el nombre de una persona que, de alguna manera, ha dejado huella en la vida de los padres. Para cada persona, un nombre es una especie de tarjeta de visita con la que se presenta al mundo. Eso ya dice algo de nosotros

LA SOLEDAD

Cuando conversamos con alguien cuyo nombre no recordamos, es señal de que no hemos entrado realmente en relación con esa persona. El drama más profundo para un individuo es no ser recordado. El sentimiento de soledad, que se deriva de esto, proviene sobre todo de la sensación de no ser considerado y buscado. El largo periodo de confinamiento que hemos vivido ha resultado ser un tiempo de profunda soledad para muchos, especialmente para los ancianos y para aquellas personas que, por diversas razones, experimentan la dificultad y la fatiga de vivir solas.

SOMOS LLAMADOS

Uno de los hábitos más frecuentes de los padres hacia sus hijos es llamarlos. Lo hacen para despertarlos por la mañana, para saber dónde están, para instarlos a cumplir con su deber, para demostrarles su afecto.
Fingir que no se oye la llamada de alguien es una estrategia con la que todos estamos familiarizados. Responde a un deseo preciso de no querer entrar en relación con la persona que nos llama.
Ser llamados conlleva un mensaje. Alguien que sabe que existimos se interesa por nuestra vida. Podemos aceptar o rechazar esta llamada a entrar en una relación.

DIOS NOS LLAMA POR NUESTRO NOMBRE

Un pasaje de San Pablo, nos revela que todos hemos sido llamados, cada uno de nosotros es conocido y llamado por Dios Padre:

«Él nos ha salvado ynos ha llamado con una vocación santa, no por nuestras obras, sino por su propia determinación y por su gracia que nos dio desde toda la eternidad en Cristo Jesús, y que se ha manifestado ahora con la manifestación de nuestro Salvador Cristo Jesús, quien ha destruido la muerte y ha hecho irradiar vida e inmortalidad por medio del Evangelio».
(2 Tim 1,9-10)

Si Dios nos llama desde la eternidad, significa que, en el transcurso de nuestra vida, las cosas no suceden por casualidad. Muchas personas nos han llamado por el nombre que nos dieron nuestros padres.Dios mismo nos llama por ese nombre.

Leyendo la Biblia, se ve, en muchas ocasiones, que Dios llama a los hombres y a las mujeres, continuamente y de diversas maneras, a entrar en relación con Él y a acogerlo en sus vidas.

Hoy el Padre nos llama a seguir a Jesús, porque a través de Él se nos da una vida en la que la muerte es vencida por Cristo; una vida que, más allá de todas las dificultades, vale la pena vivir porque se proyecta hacia la vida eterna. Con la fuerza que viene del Espíritu Santo, podemos responder a la llamada de Dios, que es única para cada uno de nosotros.


EL MATRIMONIO ES LA RESPUESTA A UNA LLAMADA


Con el sacramento del Matrimonio, los esposos responden a una llamada de Dios. Esta llamada consiste en amar como Él ama.
Sin embargo, el “sí” pronunciado por la pareja el día de su Matrimonio se enfrenta a la lucha diaria por amar a su cónyuge con todas sus debilidades y flaquezas. Esto significa que la llamada al amor sólo puede ser sostenida por la gracia de Cristo. Requiere una acogida continua de esta gracia por parte de la pareja, que, recibida diariamente, les permite aprender gradualmente, con perseverancia y humilde paciencia, a amarse unos a otros y a amar como Jesús ama. Es reconfortante saber que, a pesar de las habituales penurias y de los inevitables momentos de dificultad, la presencia de Cristo sigue siendo la ayuda indispensable y el consuelo incomparable. Su voz, transmitida por la Palabra, no cesa de llamarnos, consolarnos y animarnos en nuestro camino.


Es aconsejable dejar un tiempo para que cada persona relea la catequesis, eteniéndose en lo que resuena en su corazón de manera particular.


PUNTOS PARA REFLEXIONAR EN PAREJA/FAMILIA


Buscad al Señor mientras se deja encontrar, llamadle mientras está cercano.
Porque no son mis pensamientos vuestros pensamientos, ni vuestros caminos son mis caminos
(Cf. Isaías 55,6-8). A veces la llamada de Dios no corresponde con nuestros deseos, con nuestros pensamientos, con lo que nos parece correcto. El profeta Isaías nos dice: Buscad al Señor, llamadle.


• Conversemos, en pareja y con nuestros hijos, si cuando éramos jóvenes nos preguntamos cuál era la llamada de Dios para nosotros.
• ¿Éramos conscientes de que casarse era responder a una llamada de Dios?


PUNTOS PARA REFLEXIONAR EN LA COMUNIDAD


• Reflexionemos, como comunidad, sobre el matrimonio como vocación, como llamada de Dios a convertirse en sacramento y, por lo tanto, en imagen (imperfecta pero real) de su amor.
• Cuando sentimos una llamada en nuestro corazón, ¿cómo podemos saber si realmente viene de Dios?
• Meditemos sobre la importancia del discernimiento ante las opciones de vida, pero también en las pequeñas llamadas que Dios nos hace cada día.


PARA PROFUNDIZAR:


«Matrimonio, vida consagrada, sacerdocio: cada vocación verdadera inicia con un encuentro con Jesús» https://www.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2017/documents/papa-francesco_20170830_udienza-generale.html