Padres y madres

EL PODER DE UN AMOR QUE GENERA


El camino de la santidad que recorre un padre o una madre pasa por el crecimiento de su amor mutuo y por el amor que dan a sus hijos.
Hay una hermosa y poderosa llamada a ser padres y madres. Esa llamada es para compartir con Dios el poder de un amor que genera vida, en la carne y en el espíritu. Es una llamada que durará toda la vida y en todas las circunstancias. El amor de un hombre y una mujer siempre es fructífero, incluso cuando no hay hijos o cuando los padres envejecen. De hecho, los cónyuges siempre pueden seguir generando hijos de Dios.


UN AMOR MISERICORDIOSO Y CLEMENTE


En el libro del Éxodo, después de que el pueblo judío adorara el becerro de oro, el Señor revela a Moisés la calidad de su Amor:


«Descendió el Señor en forma de nube y se puso allí junto a él. Moisés invocó el nombre del Señor. El Señor pasó por delante de él y exclamó: «Señor, Señor, Dios misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad, que mantiene su amor por millares, que perdona la iniquidad, la rebeldía y el pecado, pero no los deja impunes; que castiga la iniquidad de los padres en los hijos y en los hijos de los hijos hasta la tercera y cuarta generación» (Ex 34,5-7).


Detengámonos en estas dos palabras: misericordioso y clemente. En hebreo, son raham y hesed; ambos significan amor, misericordia, pero con importantes diferencias, que pueden ayudarnos a entender cómo es el camino de la santidad, a través del amor de un padre y una madre.


Ḥesed es el término más utilizado en el Antiguo Testamento para indicar misericordia y amor.
Es una ternura hecha de fidelidad, seguridad, iniciativa, confianza que confirma y acompaña, que no
abandona, que permanece firme, que da seguridad.
Raḥam viene de “rehem”, que en hebreo indica el vientre, el lugar donde se forma y crece la vida del niño: es un amor que forma el cuerpo, que guarda, que protege, que nutre y que acoge la existencia del otro.
Se nos revelan así dos dimensiones del amor de Dios: la paterno-masculina y la maternofemenina. El amor masculino está impregnado de una energía tierna pero poderosa y operativa; el amor femenino, en cambio, genera, construye y alimenta desde un vínculo visceral. Las madres y los padres son la expresión concreta de este amor por sus hijos.


«Clemente y compasivo es el Señor, tardo a la cólera y lleno de amor; no se querella eternamente ni para siempre guarda su rencor; no nos trata según nuestros pecados ni nos paga conforme a nuestras culpas. Como se alzan los cielos por encima de la tierra, así de grande es su amor (hesed) para quienes le temen; tan lejos como está el oriente del ocaso aleja él de nosotros nuestras rebeldías. Cual la ternura de un padre para con sus hijos, así de tierno (raham) es el Señor para quienes le temen; que él sabe de qué estamos plasmados, se acuerda de que somos polvo» (Sal 103, 8-14).


El amor de un padre y de una madre deseosos de aceptar la llamada a la santidad, llega a realizar gestos que solo Dios puede hacer: crear y perdonar.


En el Antiguo Testamento, de hecho, hay dos acciones reservadas exclusivamente a Dios: “crear” [br'] y “perdonar” [slḥ].


Cada vez que un padre y una madre acogen una vida y la cuidan, cada vez que se perdonan y retoman su camino, traen el Cielo a la tierra. Porque en ese momento es el Espíritu Santo quien actúa en ellos.


«La primera necesidad, por lo tanto, es precisamente esta: que el padre esté presente en la familia. Que esté cerca de la esposa, para compartir todo, alegrías y dolores, cansancios y esperanzas. Y que sea cercano a los hijos en su crecimiento: cuando juegan y cuando tienen ocupaciones, cuando son despreocupados y cuando están angustiados, cuando se expresan y cuando son taciturnos, cuando se lanzan y cuando tienen miedo, cuando dan un paso equivocado y cuando vuelven a encontrar el camino; padre presente, siempre. Decir presente no es lo mismo que decir controlador. Porque los padres demasiado controladores anulan a
los hijos, no los dejan crecer. […]Un buen padre sabe esperar y sabe perdonar desde el fondo del corazón. Cierto, sabe también corregir con firmeza: no es un padre débil, complaciente, sentimental. El padre que sabe corregir sin humillar es el mismo que sabe proteger sin guardar nada para sí».


«Ser madre no significa sólo traer un hijo al mundo, sino que es también una opción de vida.
¿Qué es lo que elige una madre? ¿Cuál es la opción de vida de una madre? La opción de vidade una madre es la opción de dar la vida.
Y esto es grande, esto es hermoso.
Una sociedad sin madres sería una sociedad inhumana, porque las madres saben dar testimonio siempre, incluso en los peores momentos, de la ternura, la entrega, la fuerza moral. Las madres transmiten a menudo también el sentido más profundo de la práctica religiosa: en las primeras oraciones, en los primeros gestos de devoción que aprende un niño, está inscrito el valor de la fe en la vida de un ser humano. Es un mensaje que las madres creyentes saben transmitir sin muchas explicaciones: estas llegarán después, pero la semilla de la fe está en esos primeros, valiosísimos momentos. Sin las madres, no sólo no habría nuevos fieles, sino que la fe perdería buena parte de su calor sencillo y profundo».

Es aconsejable dejar un tiempo para que cada persona relea la catequesis, deteniéndose en lo que resuena en su corazón de manera particular.


PUNTOS PARA REFLEXIONAR EN PAREJA/FAMILIA Y EN LA COMUNIDAD


• Releamos las palabras del Papa Francisco y reflexionemos sobre nuestro ser padres o madres.
• El amor de un matrimonio también es fecundo en generar hijos de Dios, en ser padres y madres espirituales de sus propios hijos y de cada persona que encontramos, dándoles el Amor tierno, acogedor, firme y seguro de Dios Padre. ¿Cuáles son los hijos espirituales que Dios nos confía en este momento de nuestra vida?


PARA PROFUNDIZAR:


https://www.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2015/documents/papa-francesco_20150204_udienza-generale.html


https://www.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2015/documents/papa-francesco_20150107_udienza-generale.html