Nadie elige nacer. Cada uno de nosotros debe su existencia y su vida a una madre y a un padre. No podemos darnos vida a nosotros mismos, sólo podemos recibirla.
La vida es un misterio que brilla ante nosotros cuando nacen los hijos y los vemos por primera vez con nuestros propios ojos; en ese momento hay algo más grande por encima de nosotros. Ese niño, esa niña, es la prueba de un misterio de la vida que sólo depende en parte de nosotros y que amamos antes de conocer.
TODOS NOS NECESITAMOS
Cuando los hijos son pequeños nos necesitan. Su vida cotidiana depende de nosotros: la comida, la ropa, el cuidado del cuerpo, la comunicación, aprender a estar en el mundo. Sin embargo, incluso cuando somos adultos, todos experimentamos la dependencia de algo y de alguien. ¡Siempre estamos necesitados de ayuda, de amor y de perdón!
¿Qué hay detrás de esta verdad?
AMADOS ANTES DE NACER
Dios Padre pensó en cada uno de nosotros como un ser único y nos amó desde antes de que naciéramos.
«Pensaba en ti incluso antes de formarte en el vientre materno. Antes de que nacieras, ya te había elegido». (Jer 1,5).
La dependencia, que caracteriza nuestra venida al mundo, nos dice que Alguien nos amó primero, nos deseó, y nuestros padres estuvieron abiertos a acoger nuestra vida como un regalo.
Es terrible y angustioso sentirse innecesario, incluso no ser elegido para un equipo cuando se es niño, o ser elegido el último, como si fuéramos del banquillo.
Pero si pensamos que hemos sido elegidos y llamados desde siempre, entonces estar en el corazón de Dios nos libera de la angustia, asegurándonos que siempre hemos estado arraigados en un amor que es “anterior” a todo lo demás.
«De ahí también la profundidad de la experiencia humana de ser hijo e hija, que nos permite descubrir la dimensión más gratuita del amor, que no deja de sorprendernos. Es la belleza de ser amado primero: los hijos son amados antes de llegar...».
No nos hemos elegido, sino que hemos sido elegidos; esto nos dice que la condición necesaria para entrar en el Reino de Dios es “no considerarnos autosuficientes, sino necesitados de ayuda, de amor, de perdón”, todo aquello que los niños, especialmente cuando son niños, nos recuerdan constantemente.
VIVIR EN LA FRATERNIDAD
La familia es el primer lugar donde aprendemos a vivir la fraternidad a la que, como hijos de un solo Padre, todos estamos llamados.
«En la familia, entre hermanos se aprende la convivencia humana, cómo se debe convivir en sociedad. Tal vez no siempre somos conscientes de ello, pero es precisamente la familia la que introduce la fraternidad en el mundo. A partir de esta primera experiencia de fraternidad, nutrida por los afectos y por la educación familiar, el estilo de la fraternidad se irradia como una promesa sobre toda la sociedad y sobre las relaciones entre los pueblos.
La bendición que Dios, en Jesucristo, derrama sobre este vínculo de fraternidad lo dilata de un modo inimaginable, haciéndolo capaz de ir más allá de toda diferencia de nación, de lengua, de cultura e incluso de religión. La historia, por lo demás, ha mostrado suficientemente que incluso la libertad y la igualdad, sin la fraternidad, pueden llenarse de individualismo y de conformismo, incluso de interés personal».
Es aconsejable dejar un tiempo para que cada persona relea la catequesis, deteniéndose en lo que resuena en su corazón de manera particular.
PUNTOS PARA REFLEXIONAR EN PAREJA/FAMILIA
¡Todos siempre necesitamos ayuda, amor y perdón!
• ¿Qué experimentamos cuando nos sentimos ayudados, amados, perdonados?
• ¿Por quién nos sentimos ayudados, amados, perdonados?
• Cada persona que encontramos tiene en su corazón el deseo de sentirse ayudada, amada, perdonada. Por ello, nuestra presencia puede ser importante, al lado de cada persona. Pensemos en estos últimos días: ¿a quién hemos hecho feliz y a quién nos ha costado querer?
Acojamos la invitación del Papa Francisco:
“Que cada uno de nosotros piense en su corazón en sus propios hijos —si los tiene—[...]. Y todos nosotros pensemos en nuestros padres, y demos gracias a Dios por el don de la vida”.
PUNTOS PARA REFLEXIONAR EN LA COMUNIDAD
• Los hijos nos necesitan para crecer, pero nosotros también necesitamos a los demás.
• Es terrible y angustioso ser o sentirse innecesario. ¿Qué puede significar, concretamente, hacer que todos los miembros de nuestra comunidad se sientan necesarios? Podríamos organizar la próxima reunión en preparación del Encuentro Mundial de las Familias, ofreciendo a todos la posibilidad de participar.
• Acojamos la invitación del Papa Francisco:
«Pensamos en nuestros hermanos y hermanas y de corazón rezamos en silencio por ellos».