¿Cómo vivir la fé en familia?


¿Qué pueden hacer los papás? 






El primer ámbito que la fe ilumina en la ciudad de los hombres es la familia». En el Año de la Fe nos tocó reflexionar sobre la responsabilidad que tienen los padres en el cultivo de la fe de la propia familia, puesto que el hogar es un lugar privilegiado para el crecimiento en una fe sólida e integral: en la mente, en el corazón y en la acción.

El Papa Benedicto XVI decía, en el Encuentro Mundial de las Familias en Valencia, que «transmitir la fe a los hijos, con la ayuda de otras personas e instituciones como la parroquia, la escuela o las asociaciones católicas, es una responsabilidad que los padres no pueden olvidar, descuidar o delegar totalmente».

Es decir, los padres tienen el protagonismo insustituible en la educación de la fe de sus hijos. Pero estos, conforme crecen, deben asumir su propia vida de fe y, ciertamente, pueden ayudar y motivar a los padres a ser perseverantes en la fe, y a sus hermanos a llevar adelante sus compromisos bautismales.

Veamos, pues, de qué forma la familia puede ir creciendo en la fe.

ORAR Y CELEBRAR LA FE EN FAMILIA

En primer lugar, la fe en la familia crece en la oración, que es como el aire que el cristiano respira. La familia cristiana nace en la promesa matrimonial. Llena de la gracia de la fe, la familia se sostiene y se realiza como camino de santidad, principalmente, por la oración. Es conocido aquél dicho: "Familia que reza unida, permanece unida".

Crecer en la vida de oración es tarea de todos: los padres, que van madurando interiormente; los hijos, que van entrando poco a poco en el mundo de los adultos. La participación del niño en la oración comienza ya desde el vientre  materno, puesto que la madre es capaz de transmitir a su hijo los más tiernos sentimientos de piedad. Es muy recomendable que los niños se familiaricen con la vida de oración desde muy pequeños (sobre todo a partir de los 3 años), pues si bien muchos adultos no se percatan, en esa etapa los niños son especialmente sensibles para las cosas de Dios. Han de aprender a rezar no sólo con la Señal de la Cruz o las oraciones ya formuladas (Padre Nuestro, Ave María, etc.), sino sobre todo con la oración libre y espontánea de acción de gracias, petición, alabanza e intercesión.

Pueden, por ejemplo, levantar a sus hijos con una jaculatoria, orar por un breve momento antes de salir a la escuela o al trabajo, elevar plegarias espontáneas a lo largo del día, agradecer a Dios por las cosas buenas y sencillas que ocurren (el nacimiento de un hermano o primo, la superación de una enfermedad, la aprobación en un examen, el empleo logrado, etc.). Un momento privilegiado para orar en familia es cuando están juntos en la mesa y se agradece a Dios por el alimento recibido. También por la noche, antes de acostarse, es un excelente momento para bendecir a los hijos, pedir perdón por las posibles faltas, suplicar a Dios su ayuda para los más necesitados y renovar los buenos propósitos. Así, la familia va descubriendo que toda la jornada adquiere su sentido último y es iluminada por la presencia de Dios.

También en la celebración de todos los Sacramentos la familia experimenta un especial crecimiento de la fe. De modo especial, en la participación de la familia en la Misa dominical:
la familia descubre la belleza del Día del Señor, la importancia de la escucha de la Palabra, y participa activamente en los ritos sagrados, con la comunidad y el sacerdote. No es sólo una tradición que hay que conservar, sino un momento privilegiado para que los adultos se dejen educar en la disciplina del culto, y para educar a sus hijos en la apertura a los sagrados misterios de la fe.

No podemos mencionar aquí cada uno de los sacramentos y la gran huella de fe que ellos pueden dejar en cada familia. Pero sí conviene mencionar la importancia del Sacramento de la Reconciliación (confesión).

Los niños descubren la riqueza de ese sacramento de modo especial cuando ven a sus propios padres arrodillados en el confesionario, pidiendo perdón a Dios por sus faltas. Así, van descubriendo la importancia de la humildad, del perdón y de la gracia de Dios que purifica y fortalece al cristiano penitente. También es importante cultivar las devociones en las familias. ¡Qué importante es que el hogar tenga signos claros de la presencia de Dios, como las imágenes de los santos, un oratorio, el agua bendita, el crucifijo o una Biblia abierta, en un lugar privilegiado! Ese ambiente orante invita a la fe, suscitando la confianza en Dios en todos los miembros de la familia.

Finalmente, la oración de la familia puede acompañar el tiempo litúrgico, cuando juntos se preparan para la Navidad por medio de la celebración de la Novena. En oración, pueden ir encendiendo poco a poco la Corona del Adviento, y armar el Belén en los días previos de la gran fiesta. También crece la fe en la Cuaresma, cuando la familia vive los medios propuestos por la Iglesia para la celebración adecuada del Triduo Pascual, momento central de la celebración cristiana de la fe, que debe ser vivida intensamente por toda la familia. De esa forma es como ella se va haciendo «Iglesia doméstica».

CONOCER Y PROFESAR LA FE EN FAMILIA

La familia es un ámbito especialmente propicio para crecer en nuestra comprensión de la fe y para aprender a vivirla. Tanto los padres como los hijos deben conocer a fondo lo que Dios nos ha manifestado en Jesucristo. Un medio importante es comenzar por conocer la Biblia, especialmente los Evangelios. En ese sentido, los padres pueden recibir una buena introducción a través de los cursos dictados "on-line", en diversas páginas católicas de Internet, o en las parroquias y movimientos eclesiales. La lectura de la Biblia no debe ser sólo informativa (buscando saber qué dice Dios), sino que debe incluir la pregunta, en forma de oración: ¿qué quiere decirme el Señor con ese texto? ¿Cómo ilumina mi vida?. Instruidos por la Sagrada Escritura, los padres estarán preparados para iluminar sus vidas según la Palabra de Dios, y bien dispuestos para orientar a sus hijos en los caminos del Plan Divino.

En familia todos pueden ayudarse mutuamente a informarse, incluso utilizando los medios de comunicación (televisión, radio, internet, redes sociales, etc.) para aprender sobre su fe y para transmitirla a los demás. Hoy en día existen muchas herramientas que pueden ser utilizadas para formarse en la fe. Pero es importante acudir a las fuentes más seguras de información, y saber "filtrar" lo malo que pueda haber en los programas o textos que presentan valores trastocados, o que calumnian a personas o instituciones de la Iglesia, promoviendo actitudes claramente en contra del Evangelio.

La lectura y el estudio del Catecismo de la Iglesia Católica es un excelente medio para crecer en la fe.
A veces los padres piensan que la etapa de "catequización" es sólo la infancia. En realidad, la "catequesis" es el esfuerzo continuo de la Madre Iglesia por enseñar a todos sus hijos a conocer, celebrar y vivir las enseñanzas de Cristo. Por lo tanto, hemos de entendernos siempre en ese camino de formación en la fe, sin importar la edad. Además, el hecho de conocer las enseñanzas del Catecismo (disponible en las librerías o en internet) permite a los adultos entender cómo conciliar la fe y la cultura, su trabajo y la familia, la oración y la acción, y también corregir los errores o aclarar las dudas de sus hijos en las cuestiones que ellos, sobre todo en la adolescencia y en la juventud, suelen plantear.

TESTIMONIAR Y ANUNCIAR LA FE EN FAMILIA

Una fe sin obras es una fe estéril, "muerta", como nos recuerda el apóstol Santiago.
Es sobretodo por la fe actuada, con gestos de caridad en la verdad, como la familia va descubriendo y madurando en el Amor de Dios. En la familia, el amor natural y humano -que en sí mismo es frágil- tiene la oportunidad, cuando se vive desde la fe, de transformarse en amor cristiano, duradero, capaz de soportar toda prueba. No cabe duda de que la fe vivida desde el seno de la familia es una cantera de buenos cristianos, de vocaciones consagradas y sacerdotales, y de futuros santos.

¿Cómo vivir la fe?
Para encontrar una respuesta, una buena sugerencia puede ser acudir a lo que nos enseña la Palabra de Dios, con la vivencia de los Mandamientos, entendidos desde el doble mandamiento del Amor y lo que la Iglesia nos invita a vivir por medio de las 14 Obras de Misericordia (corporales y espirituales) , llevando el cumplimiento de la ley de Dios a su plenitud por medio de la caridad.

Un cristiano auténtico vive la caridad de forma concreta. Comienza a hacerlo desde casa, por la forma como se tratan mutuamente los esposos, los padres e hijos, los hermanos, así como todos los parientes e incluso entre los vecinos. Se vive a través del servicio -especialmente para con las personas más necesitadas, el perdón (incluso a los enemigos), la escucha, la acogida, la compañía, la renuncia al egoísmo, la abnegación, la templanza, la humildad, el pudor, la paciencia es decir, de muchas formas. Cuando los niños ven a los adultos viviendo la caridad, son capaces de ver el Evangelio hecho vida en ellos, y descubrir que el Amor de Cristo no es una utopía, sino que es real, salvador y reconciliador.

Finalmente, es importante vivir en familia el camino de la conversión. Cuando los padres toman la valiente decisión de no educar "según la corriente" ("porque todos lo hacen"), los hijos también se nutren de valor para vivir y dar testimonio del Evangelio en cualquier circunstancia. Unida en el Señor, la familia es capaz de hacer presentes los valores del Evangelio en su medio social, laboral, en sus centros de estudio o de trabajo. También es capaz de hacer frente a las tentaciones y luchar contra el pecado, viviendo la prudencia y el discernimiento de los caminos de Dios.

Los miembros de la familia, por convivir unos con otros de una forma intensa, pueden ayudarse en la vigilancia personal, en la ascética de los momentos difíciles y de renuncia al excesivo confort y bienestar. Pueden apoyarse mutuamente en la resolución de los buenos propósitos, hacia una conversión cada vez más profunda. De esa forma, en oración y en amistad, la familia puede ser un signo patente de la fuerza del Espíritu Santo en el mundo, que renueva todas las cosas, y se vuelven "misioneras", comunicando con alegría su fe viva en el Señor Jesús.

CITAS PARA LA ORACIÓN

  • La fe como fundamento de la familia: Sal 126,1-5.
  • El amor mutuo en la familia: Ef 5,21-33; 6,1-4.
  • Orar y celebrar la fe en familia: Lc 2,41-42.
  • Formarse y profesar la fe en familia: Dt 11,19; Is 38,19.
  • Vivir y testimoniar la fe en familia: Mt 18,6; 2Tim 1,5.



PREGUNTAS PARA EL DIÁLOGO

  • ¿Cómo asumo mi responsabilidad por vivir y transmitir la fe en mi familia?
  • ¿Promuevo momentos de oración en mi familia? 
  • ¿Participo en la Liturgia de la Iglesia con mi familia?
  • ¿De qué forma puedo promover la formación en la fe en mi familia? 
  • ¿Conocemos el Catecismo de la Iglesia Católica en mi familia?
  • ¿Qué obras de caridad realizamos en mi familia? 
  • ¿Mi familia da testimonio del Evangelio con sus actos y formas de actuar?
  •  ¿Qué puedo hacer para ayudar a que mi familia viva aún más la fe?