El perdón en el matrimonio

El perdón en la familia
El perdón en el matrimonio
Tres maneras de trabajar el perdón en familia


Javier López Martínez


El perdón es un concepto interior que cuando se experimenta de una forma plena puede marcar un proceso de sanación entre la familia. Conviene no confundir este concepto con el de reconciliación, que tiene que ver con la restauración de la relación.
Cada cierto tiempo aparecen en nuestra vida o en los medios de comunicación sucesos que parecen imperdonables o que parecería sano no perdonar dentro de la familia (abusos a menores, malos tratos a mayores, violencia hacia la mujer, etc.).

Ciertamente, no es saludable volver a una relación donde se producen estos abusos y malos tratos. Ningún psicólogo invitaría a una persona a volver a una relación en la que continúan los abusos, aunque se haya perdonado al familiar ofensor.



El perdón es un asunto esencialmente individual que no conviene confundir con la reconciliación, que tiene que ver con la restauración de la relación. La confianza no se puede restaurar si el familiar no es confiable. Es importante no confundir perdonar con negar, ignorar, minimizar, tolerar, condonar, excusar u olvidar la ofensa. Con frecuencia oímos “perdono pero no olvido” y lo cierto es que si uno olvida ya no necesita perdonar, porque la ofensa deja de existir en quien no la recuerda.


El perdón es un proceso interior complejo que cuando se experimenta plenamente puede marcar el comienzo de un proceso de sanación profunda dentro y entre los familiares. La cuestión verdaderamente importante no es si se cometieron errores, sino cómo se hace frente a ellos cuando se producen.

El perdón implica dos palabras («per» y «don» en español, “for” y “giveness” en inglés, «per» y «dono» en italiano, etc.); así que siempre que un familiar dice a otro “yo te perdono” lo que realmente sucede es que ese familiar le ofrece al otro gratuitamente su perdón. El perdón implica dar un regalo que, recordando el pasado, mira al futuro.



El perdón no niega la necesidad de justicia pero va más allá. No basta con decir yo te perdono para que realmente el proceso de perdón se produzca. De hecho, conviene recordar las ofensas que el familiar ha cometido con uno y el sufrimiento asociado a dichos actos ofensivos.

Asimismo, conviene mantenerse firme en el perdón, pues es fácil volver a estados previos de no perdón, momentos de incertidumbre o de retorno a la ira y a la amargura. Con todo, también es importante que los familiares trabajen para empatizar con su ofensor, tomando la perspectiva del otro. Esto se hace sin condonar las acciones del otro o invalidar los, a menudo, fuertes sentimientos negativos que la persona ofendida experimenta.

Los conflictos dentro de las relaciones familiares son inevitables. Estos conflictos pueden dejar cicatrices emocionales duraderas en el funcionamiento de los familiares, sobre todo en lo que respecta a la cercanía mutua y confianza; particularmente, si son incapaces perdonar y resolver eficazmente sus conflictos. Por ello, el perdón se nos ofrece siempre como una alternativa poderosa, aunque difícil y compleja, para superar las injusticias y traumas que se producen en las familias.



El perdón en la familia se fomenta desde el sentimiento de respeto mutuo y, si fuese posible, desde un sentimiento de amor, evitando en cualquier caso que ocurran agresiones y violencia hacia el otro. En ocasiones, es imposible discutir los errores del familiar inmediatamente, pues es tal el nivel de irritación que tan solo estamos preparados para discutir, pero tan pronto como sea posible conviene hablar respetuosamente con el familiar sobre lo que nos ha ofendido y sobre cómo solucionarlo.

Asimismo, conviene no hacer “memoria histórica” de las ofensas del familiar, en el sentido de llevar únicamente una estricta cuenta del número de injusticias cometidas “por su culpa, por su culpa, por su gran culpa”, pues conviene también recordar los aspectos positivos de la relación y tratar de ponerse en el lugar de la persona que nos ha ofendido.

Es importante decir lo antes posible “lo siento”, “discúlpame”… a pesar de que pensemos que también el familiar tiene muchos motivos y razones para decirme lo mismo a mí y no lo ha hecho todavía. Estas palabras resultan eficaces si el familiar ve que, además de decirse, se hace todo lo posible para no repetir la ofensa. Estas palabras resultan vacías si no van acompañadas de propósito de cambio y de la modificación de lo que se ha hecho mal.



Conviene educar a los hijos en el perdón y servir como modelos de cómo perdonar. Quizás los niños son, en ocasiones, incapaces de perdonar por sí mismos, pero podemos enseñarles cómo perdonar y cómo evitar los deseos de venganza o de revancha. Los padres enseñan estos asuntos a sus hijos con sus palabras y con el ejemplo de sus actos.

El perdón también es importante en los matrimonios de personas mayores. Así, en un estudio que hicimos con cuidadores de personas mayores dependientes eran justamente las parejas de estos, y no sus hijos, quienes más se beneficiaban de perdonar.

Perdonar requiere sucesivamente llevar adelante con éxito procesos intrapersonales complejos. Este proceso no es automático y a menudo no se produce en una forma lineal, pero resulta un gran regalo para uno mismo y para el resto de los familiares que merece la pena poner en práctica.