Cuando la familia se divide


Por Laura Aguilar Ramírez

Hoy leyendo varias reflexiones, viendo videos para encontrar la voluntad de Dios en mi vida, encontré un párrafo que San Pablo dice a la comunidad de Corintios,que comparto al final de ésta reflexión.

Este capítulo, podemos llevarlo a nuestra comunidad en la Iglesia, cuando decimos: "yo como me dijo el Padre fulanito de tal" y otros dicen "yo como dijo el Padre sutanito". Y ésto crea división.
Alguna vez un sacerdote me dijo que a ellos los cambian según las necesidades de cada comunidad y llevados a realizar alguna otra función en otro lado.

Pues ésto mismo, nos puede suceder en la familia, cuando un hijo dice "yo lo que diga mi mamá" y otro hijo dice "yo lo que diga mi papá". Esto crea también división en una familia.

 Los dos padres tienen su función dentro de la familia, así como los hijos tienen su función dentro de ésa familia. Ninguno es más importante que el otro. Lo importante es la unidad de ésa familia, cada uno con su propia función.

Es por éso tan importante que los padres se pongan de acuerdo en todas las cuestiones que afecten a su familia, considerando las necesidades y opiniones de cada miembro, en la medida que ésas cuestiones les afecten.

Es decir, la madre tiene una función dentro de la familia y también tiene necesidades propias de su naturaleza femenina.
El padre tiene una función dentro de la familia y también tiene necesidades propias de su naturaleza masculina.
Los hijos tienen una función dentro de la familia y también tienen necesidades propias.

Los acuerdos deben tomarse entonces, en función de todo éso.
Recuerdo en éste momento, una historia muy conocida de un hombre que yendo de camino a su trabajo, le cae encima un ladrillo. Y ve en ello, un indicador de que es tiempo de cambiar de vida. Y se marcha, dejando a su mujer y a sus hijos, su trabajo. Y empieza una nueva vida.
Al cabo de un tiempo, vuelve a tener otra familia y otro trabajo. Y se siente contento.
Yo me pongo a pensar ¿qué es lo que realmente sucedió dentro de ése hombre?. Tal vez tenía muchos problemas con su mujer y sus hijos, tal vez tenía muchos problemas en su trabajo. Y terminó por alejarse y formar una nueva familia y buscar un nuevo trabajo.
Pudo llegar a un grado de desesperación tal, que no encontró otra opción.
Me pongo a pensar en la familia abandonada. Esa mujer se quedó con deudas, con la responsabilidad de los hijos y de sacar adelante todo sóla.
Cuando la vida de familia no está basada en Jesús, se llega a tomar decisiones tan drásticas como ésta.

Muchos pleitos surgen por la cuestión económica.
Muchas veces, exigimos al esposo lo que no puede darnos: "casa grande y cómoda, escuela privada para los hijos, comodidades que no están en sus manos, paseos, restaurantes, etc."
Algunos hombres toman otro trabajo para poder sustentar todo. Y no les es posible hacerlo.

Otras veces, el hombre pide a la mujer se quede en casa al cuidado de los hijos, sin considerar que lo que gana no es suficiente y no dejan que la mujer trabaje.

Otras mujeres trabajan, pero lo que ganan lo gastan en ellas, dejando al hombre la carga de sus exigencias y las exigencias de los hijos. O trabajan y  piensan que como los dos aportan, pueden darse una vida que no es posible.

Otras veces, el pleito es por la autoridad en casa. ¿Quién lleva los pantalones?, es decir, ¿quién manda? Y la mujer se pone al frente de su pequeño ejército o sea, sus hijos, en contra de su esposo.
Y el esposo, en contraposición, forma su pequeño ejército también, o sea, sus amigos, su trabajo, sus familiares, etc.

Y en medio de ésa batalla, los hijos toman camino para dónde quieren. Ni le hacen caso al padre, ni le hacen caso a la madre o toman la posición de "depende quién me dé más, quién me deje hacer lo que quiera, etc."

La mujer se empecina en su punto de vista y el hombre, en el suyo.

Otras veces, el pleito es por los familiares. Si la suegra se mete demasiado, malo. Si no se mete, malo también. Si los hermanos se frecuentan, malo. Si no se frecuentan, también malo.

No se llegan a acuerdos benéficos para todos. Y se dan éstas rupturas tan dolorosas para todos.

En el fondo, lo que está fallando es el amor.
Han dejado que su amor se apague. Han olvidado la comunicación entre ellos. Han olvidado el respeto entre ellos.
Olvida la pareja cuidarse uno al otro como tales. Esto va acrecentándose mientras transcurre  el matrimonio.
Al principio, todo es "miel sobre hojuelas". Se vive la luna de miel, que no es sólo el viaje a algún lado, sino la unión que hay entre los esposos.

Poco a poco, la miel se va convirtiendo en hiel. Se dejan pasar pequeños detalles que molestan a uno o al otro. Se van formando resentimientos en la pareja por cuestiones que no se van resolviendo a medida que se van presentando.

Y la solución no es el separarse como en el ejemplo del hombre que forma una nueva familia. Volverá a sucederle lo mismo, porque no ha habido un cambio interior. Y ése cambio, sólo puede venir de alguien externo: Jesucristo, que transforma desde el interior a una persona.
Nadie cambia por sí mismo, por mucho que desee hacerlo.

Algunos buscan terapia de pareja. Otros buscan auxilio en familiares. Se repite de nuevo el "yo soy de Pablo", "yo soy de Apolo" que nos habla 1 Corintios, 3.

Yo he encontrado que sólo Jesucristo hace un cambio real, porque es el Hijo de Dios, porque nos amó al extremo de aceptar dar su vida por nosotros en una cruz como un pecador, sin serlo.

Y El se manifiesta en la Iglesia que formó. Dentro de ésa Iglesia, existen herramientas que ayudan a los matrimonios a permanecer unidos: grupos pastorales, retiros, pláticas. Por supuesto, la Eucaristía, los Sacramentos.

Por lo menos, así ha sucedido en el matrimonio que formamos mi esposo y yo ante Dios y ante los hombres.



 1 Corintios, 3
1 Yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo.
2 Os di a beber leche y no alimento sólido, pues todavía no lo podíais soportar. Ni aun lo soportáis al presente;
3 pues todavía sois carnales. Porque, mientras haya entre vosotros envidia y discordia ¿no es verdad que sois carnales y vivís a lo humano?
4 Cuando dice uno "Yo soy de Pablo", y otro "Yo soy de Apolo", ¿no procedéis al modo humano?
5 ¿Qué es, pues Apolo? ¿Qué es Pablo?... ¡Servidores, por medio de los cuales habéis creído!, y cada uno según lo que el Señor le dio.
6 Yo planté, Apolo regó; mas fue Dios quien dio el crecimiento.
7 De modo que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios que hace crecer.
8 Y el que planta y el que riega son una misma cosa; si bien cada cual recibirá el salario según su propio trabajo,
9 ya que somos colaboradores de Dios y vosotros, campo de Dios, edificación de Dios.
10 Conforme a la gracia de Dios que me fue dada, yo, como buen arquitecto, puse el cimiento, y otro construye encima. ¡Mire cada cual cómo construye!
11 Pues nadie puede poner otro cimiento que el ya puesto, Jesucristo.
12 Y si uno construye sobre este cimiento con oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, paja,
13 la obra de cada cual quedará al descubierto; la manifestará el Día, que ha de revelarse por el fuego. Y la calidad de la obra de cada cual, la probará el fuego.
14 Aquél, cuya obra, construida sobre el cimiento, resista, recibirá la recompensa.
15 Mas aquél, cuya obra quede abrasada, sufrirá el daño. El, no obstante, quedará a salvo, pero como quien pasa a través del fuego.
16 ¿No sabéis que sois santuario de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?
17 Si alguno destruye el santuario de Dios, Dios le destruirá a él; porque el santuario de Dios es sagrado, y vosotros sois ese santuario.
18 ¡Nadie se engañe! Si alguno entre vosotros se cree sabio según este mundo, hágase necio, para llegar a ser sabio;
19 pues la sabiduría de este mundo es necedad a los ojos de Dios. En efecto, dice la Escritura: = El que prende a los sabios en su propia astucia. =
20 Y también: = El Señor conoce cuán vanos son los pensamientos = de los sabios.
21 Así que, no se gloríe nadie en los hombres, pues todo es vuestro:
22 ya sea Pablo, Apolo, Cefas, el mundo, la vida, la muerte, el presente, el futuro, todo es vuestro;
23 y vosotros, de Cristo y Cristo de Dios.