Durante la reciente entrevista, el Prelado advirtió que a veces se usa “la sociología para describir los fenómenos religiosos, pero esta es una herramienta frágil e inadecuada. Por el contrario, si uno pierde el sentido del pecado, prácticamente toda actitud es buena. No hay nada de lo que haya que convertirse”.
Sin embargo, recordó que Jesús “habla de sí mismo, de su misión”, y de que ha venido para llamar al arrepentimiento y a la conversión a los pecadores. “Si no reconocemos lo pecaminoso, entonces decimos que la venida de Cristo no tiene sentido, quitamos el sentido a todo el trabajo de la Encarnación porque decimos que Cristo no vino por nosotros; sin embargo, fuera de Cristo no hay salvación ni redención”, señaló.
Durante la entrevista, Mons. Gadecki también recordó que el Sínodo ha sido convocado “para resolver los problemas pastorales” en las familias de acuerdo “a la divina revelación”. En ese sentido, cuando se habla de “permitir a los divorciados vueltos a casar el acceso a la Sagrada Comunión, hay una enorme restricción entre los temas del Sínodo, porque el Sínodo no se reunió para tratar este punto”.
Asimismo, señaló que no se debe llamar “matrimonios” a las relaciones entre personas homosexuales. “Se pueden llamar como sea, pero al entender de la Iglesia, no existe matrimonio entre dos personas del mismo sexo, sean dos hombres o dos mujeres”, indicó.
El Prelado también reflexionó sobre los retos que afronta la familia en el actual mundo del trabajo, los medios de comunicación, entre otros. “La misión de la Iglesia no es correr tras el mundo sino guiar al mundo y mostrarle el camino correcto”, afirmó.
A continuación la entrevista completa:
Su excelencia, la primera pregunta: Vivimos en un mundo dominado por los malentendidos. Por tanto es bueno definir lo que nosotros, como católicos, entendemos por el término “Matrimonio Sacramental”.
Se puede ver desde de la perspectiva de la ley canónica o desde la perspectiva de la enseñanza pastoral. En el numeral 48 de la Constitución Pastoral Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II, el matrimonio católico se describe como “intima communo vitae et amoris”, es decir, una íntima compañía de vida y amor entre dos personas, un hombre y una mujer que mutuamente se complementan uno al otro.
La complementariedad define al matrimonio católico. Sin embargo, eso no es todo porque –al mismo tiempo– superpuesta al matrimonio está la comunión con Cristo, y es por eso que el matrimonio católico no es simplemente una relación sociológica y social donde el hombre y la mujer se desarrollan. Es en cambio –al mismo tiempo– una imagen de la relación y comunión que existe entre Cristo y la Iglesia.
Por lo tanto, escuchamos antes del Sínodo –la primera sesión del Sínodo extraordinario– a un rabino judío que habló acerca del matrimonio: Tenemos que ser conscientes que hay una diferencia entre el matrimonio ordinario, natural y el matrimonio religioso. En el matrimonio natural, hay dos personas, un hombre y una mujer. En el religioso hay tres, Dios, un hombre y una mujer. Y esto es aplicable al matrimonio católico, que no es solo la comunión entre dos seres humanos; sino es elevado por la Gracia, por Cristo.
En Alemania, la discusión del Sínodo se concentra principalmente en dos problemas. Un problema es la admisión a la Sagrada Comunión de las personas casadas que viven en una relación extramarital. El otro es el reconocimiento de las relaciones homosexuales. Arzobispo, ¿qué opina de esto?
Cuando hablamos de relaciones homosexuales, nunca debemos llamarles “matrimonios”. Se pueden llamar como sea, pero al entender de la Iglesia, no existe matrimonio entre dos personas del mismo sexo, sean dos hombres o dos mujeres. Por lo tanto, este tópico no puede ser tratado en el Sínodo porque el Sínodo trata con familias desde el punto de vista católico. Actuamos con respeto a la dignidad de todas las personas, que subsiste en tales relaciones –porque es intrínseca a la persona humana–, pero no podemos llamar matrimonio a eso. Y un Estado, cuando llama a tales relaciones “matrimonio”, hace un gran daño a la cultura, que ha sido establecida desde hace 2.000 años. Eso es una cosa.
Cuando hablamos de permitir a los divorciados vueltos a casar el acceso a la Sagrada Comunión, hay una enorme restricción entre los temas del Sínodo, porque el Sínodo no se reunió para tratar este punto. El Sínodo fue convocado para resolver los problemas pastorales de las familias y los matrimonios que muestran la vocación del matrimonio y la familia a la luz de la divina revelación de tal manera que están de acuerdo y no en contra de la divina revelación. Así, creo que aquéllos que consideran si los católicos divorciados y vueltos a casar deberían recibir la comunión deberían “desafortunadamente” escuchar la voz que estaba allí desde el principio, lo que sugería Jesús en el capítulo 10 del Evangelio según San Marcos y el 19 del Evangelio según San Mateo, donde dice que no era así en el principio.
Desde una perspectiva exegética, uno puede decir que no es solo cuestión del “tiempo” –si en el tiempo de la creación del mundo o antes de la creación del mundo no era así. Uno puede entender que “en el principio no era así” y puede también entender como lo hizo San Agustín “desde el principio”, que significa “en Jesucristo”. Cristo es el Principio, el Verbo y la Sabiduría de Dios quien creó el mundo. Así, “en el principio”, que significa “en Cristo”, no era así. Cristo se llama a sí mismo “el Principio”. Además hay otra interpretación que es interesante, cuyo origen está más allá de la tradición judía. Viene de la tradición griega. Dice “en arche”, lo que significa “de acuerdo con la ley”. “De acuerdo con la ley” no era así. “Bereshit” también se puede traducirse como “en arche” en griego. “Según la ley, no era así”. Para la Iglesia Católica las palabras de Cristo contra el divorcio y las nuevas relaciones no son solo una guía hacia la santidad, sino también fundamentan el sacramento.
¿Pero qué significa eso? Ahora hay algunos teólogos que dicen que la situación pastoral debe cambiar, pero que la doctrina no. Si la pastoral cambia, ¿cambia también la doctrina?
Todo cambia. Si el pensamiento cambia, entonces la práctica cambia. Por tanto, uno no puede cambiar la doctrina esperando que la práctica siga igual o que esta no tenga cambios.
Quiero regresar una vez más a la cuestión de las relaciones homosexuales, que estrictamente no son tema del Sínodo. De cualquier manera, escuchamos voces en Alemania que dicen que las personas en estas relaciones están viviendo en “fidelidad y responsabilidad”. Los datos sociológicos dicen otra cosa. Arzobispo, ¿qué opina?
Pongámoslo de esta manera: las encuestas y la sociología en relación a la teología pueden apoyar, pero no tienen un papel determinante. Cristo dijo “hombre y mujer fueron creados” y solo una relación complementaria, en donde ambos se sirven uno al otro, es una relación que puede llamarse correctamente, según la Biblia, una familia –en principio un matrimonio, luego una familia-. Luego vino todo el poder de la modernidad que sentimos muy fuertemente en la primera sesión del Sínodo, los obispos africanos se quejaron de que grandes sumas de ayuda estaban disponibles para establecer legalmente el llamado “matrimonio homosexual” en sus países. Parece que sentimos algo parecido cuando la presión viene de organizaciones más cercanas a nosotros que las que tienen que soportar los países africanos.
¿De qué organizaciones habla?
Creo que por un lado están esas organizaciones que dirigen grandes sumas de dinero y que son, al mismo tiempo, influyentes en esta crisis homosexual. Si es en Bruselas, Nueva York o Washington, queda a criterio de cada quien, pero definitivamente hay un lobby homosexual que claramente trata no solo de ganar tolerancia hacia sí mismo, sino también trata de invalidar el sentido clásico del matrimonio que tiene una gran tradición tras sí.
Y ese llamado “lobby homosexual” ¿también opera en la Iglesia?
No creo que los sacerdotes y obispos prudentes puedan crear y hacer funcionar tal lobby en la Iglesia y producir resultados de acuerdo al lobby homosexual mundial. Quizás hay alguien con tendencias homosexuales que quisiera que su presencia fuera tolerada. La Iglesia puede acoger y tolerar a todos, pero no puede promover la homosexualidad activa, algo que está claramente definido en la Biblia. La Iglesia vive de la Palabra de Dios. No hay posibilidad de permitir tal condición en la que damos la espalda a la Biblia; si lo hiciéramos, estaríamos alejándonos de nuestra fuente sin la cual la Iglesia se convierte en un desierto.
Unas pocas voces influyentes en Alemania han dicho en otras palabras, “la Iglesia en Alemania no puede esperar hasta que el Sínodo o alguien más tome decisiones porque debemos actuar hoy”. Mi pregunta es, ¿es posible pensar que algo pueda ser admitido en la Iglesia Alemana y no sea admitido en, digamos, la Iglesia Polaca o Africana?
Eso no es posible. Desde una práctica canónica es posible; en otras palabras, hay cierto pragmatismo, ciertas previsiones que existen en la vida de la Iglesia para cada país, considerando las circunstancias de cada país donde la Iglesia existe. La organización de la vida eclesial luce diferente en África que en Groenlandia, o Europa o Sudamérica. Pero esta organización de la vida de la Iglesia es una cuestión secundaria. Por el contrario, la unidad de la doctrina es la primera prioridad, es la primera enseñanza de la Iglesia Católica.
La Iglesia no puede cantar con cien voces diferentes como los postmodernistas quisieran. Aunque parezca que damos la impresión que esas voces están dispersas y que dicen algo contradictorio, ese es el efecto de un error, no una cuestión de principio, sobre el que la doctrina católica y las enseñanzas del Magisterio están basadas. Si diez o cien diferentes doctrinas son enseñadas en la Iglesia, ésta debería dividirse en diez o cien diferentes iglesias, pero la Iglesia es una, católica y apostólica.
Arzobispo, usted es un exégeta. La Sagrada Escritura claramente dice "lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre». Ahora hay diferentes exégetas, incluyendo italianos, que están tratando de decir que esas palabras sobre la indisolubilidad son realmente sobre la disolución. ¿Qué piensa de esas teorías, Arzobispo?
Creo que eso es una apelación tremenda contra las palabras del mismo Cristo. La apelación es comprensible si lo vemos en el judaísmo y el Islam. El judaísmo y el Islam, según entiendo, tratan con un contrato. El matrimonio es un contrato entre dos partes. El contrato puede disolverse en cualquier momento. Muchas de nuestras mujeres, aquí en Polonia, cometen un gran error de dejarse llevar por las emociones, lo que es comprensible, y entran a una unión, digamos con un musulmán, con la creencia de que están unidos por un sacramento, cuando para los musulmanes solo es un contrato que puede ser disuelto en cualquier momento sin importar si las partes están de acuerdo. Me parece que estas nuevas teorías exegéticas que aparecen en Alemania o Italia, de alguna manera tratan de legalizar el divorcio y decir que, en esencia, Cristo no dijo lo que dijo. Desde un punto de vista práctico, resolvemos el problema del dogma de la indisolubilidad del matrimonio. Para mí, es una expresión de renuncia intelectual.
A las llamadas voces “progresistas” les gusta citar el Concilio Vaticano II pero se les olvidan las enseñanzas de “la santidad de la familia” de los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI. ¿Qué aspecto valioso de las enseñanzas de San Juan Pablo no deberían olvidarse?
Creo que todo lo que escribió el Cardenal Wojtyla, incluyendo “Persona y Acción” ha sido una gran contribución al pensamiento del matrimonio y la familia. Luego vino Familiaris Consortio y la “Carta a las Familias”. Cada documento es un poderoso paso adelante. Aquellos que retan estas enseñanzas no tienen la menor idea de lo que están haciendo. Dicen que están “pasadas de moda” que eso fue hace 20 años y que tenemos que avanzar.
El Evangelio y el Magisterio de la Iglesia están sujetos a los mismos derechos, que definimos como tradición. En la Iglesia, la tradición tiene su forma definida. La tradición no es una fuente conservadora. La tradición es un desarrollo durable con una esencia inmutable. Como dijo Vicente de Lerins, la tradición es como un niño, se desarrolla cada día. Se vuelve más inteligente, más grande, más madura y mejor educada. Pero por otro lado, nunca cambia esencialmente. Nace como humano, crece como humano y muere como humano. Nunca cambia esencialmente. Cuando vemos la doctrina de la Iglesia vemos que hay un desarrollo en esa doctrina, pero su desarrollo nunca reta al Evangelio. No se puede retar la espina dorsal de la Iglesia.
Juan Pablo II no es solo un “santo de la familia” sino un gran misionero de la “divina misericordia” por su encíclica Dives in Misericordia y la canonización de Santa Faustina Kowalska. Hoy, la gente quiere hablar de “misericordia”, pero se les olvida la “justicia”, el “pecado” y también la “verdad”.
Es un gran error hermenéutico. “Justicia” y “misericordia” están unidas inseparablemente porque muestran, digamos, dos lados de una situación. La justicia consiste en dar a alguien lo que le corresponde. Misericordia es darle algo a lo que no tiene derecho en justicia. En otras palabras, las dos realidades parecen estar en contradicción una con otra, pero son inseparables de acuerdo a la doctrina católica. La divina misericordia, que no tiene límites, es inseparable y es mejor ilustrada en la Parábola del Hijo Pródigo. La parábola del hijo pródigo muestra la fidelidad de la divina misericordia, que es que Dios no está condicionado por las acciones del hombre. No se condiciona por la acción de los pecadores, porque Dios sigue siendo misericordioso al final. En contraste, la persona humana no experimenta misericordia cuando peca y dice “alábenme”. La misericordia se experimenta cuando se ha llegado al pozo de la desesperación, se ve claramente que es mejor estar en la casa del Padre y toma camino hacia Dios.
¿Qué significa la misericordia en relación con la familia?
En ese mismo espíritu, Dios revela su amor misericordioso con relación a todas las personas, pero especialmente a los matrimonios y las familias que son una creación especial del divino amor. Y ciertamente, el amor divino se revela a sí mismo en los matrimonios y las familias más que fuera de ellas. Al menos, es más fácil de percibirlo. Sin importar en qué situación se encuentren los matrimonios, sean normales o no, deben estar conscientes de que la divina misericordia les acompaña invariablemente todo el tiempo. Sólo así los matrimonios no caerán en el sentimiento de culpa; sino que se esforzarán para salir del pecado y volver a la gracia.
Hoy, la comprensión del “sentido de pecado” se está desvaneciendo. Escuchamos a los que piden una adaptación de la Iglesia al mundo, lo que con frecuencia nos lleva a olvidar la tercera persona en la relación –Dios– por una reducción de la teología a la sociología. ¿Tiene esperanza este camino?
No tiene futuro. Algunas veces usamos la sociología para describir los fenómenos religiosos, pero es una herramienta frágil e inadecuada. Por el contrario, si uno pierde el sentido del pecado, prácticamente toda actitud es buena. No hay nada de lo que haya que convertirse, pero el Evangelio empieza con las palabras “¡Arrepiéntanse y crean en el Reino de Dios!” Y Jesucristo habla de sí mismo, de su misión, de por qué ha venido por los pecadores. Si no reconocemos lo pecaminoso, entonces decimos que la venida de Cristo no tiene sentido, le quitamos el sentido a todo el trabajo de la Encarnación porque decimos que Cristo no vino por nosotros; sin embargo, fuera de Cristo no hay salvación ni redención.
Quiero hacer referencia a los retos contemporáneos que enfrenta la familia. Uno de esos retos es la así llamada “teoría de género” o “tendencia de género”. Arzobispo, usted ha experimentado personalmente el comunismo. ¿Ve similitudes entre la emergencia del marxismo cultural de hoy y el comunismo del pasado, contra el cual lucha la familia y el matrimonio?
Seguro, hay algo en común. Hay una similitud presente en estas dos tendencias porque tanto el comunismo como el post-comunismo izquierdista no le da valor a la persona humana. En otras palabras, no respetan a la persona humana y su valor como la cristiandad lo hace. Estos movimientos intentan arruinar todas las relaciones interpersonales El comunismo quiere romper la sociedad por clases y la solidaridad de las clases y antagonizarlas unas contra otras. Y ahora esto pasa a través de otra intrusión más sutil –la ideología de género: al cuestionar la existencia correcta del matrimonio y la familia; la destrucción de la institución del matrimonio; la familia como «opresiva», que atenta contra el crecimiento de la humanidad y que su existencia reduce la humanidad. Pienso que hay diferentes instrumentos y metodologías, pero la meta es la misma: la pulverización de la sociedad de tal manera que la persona humana se quede sola y pueda manipularse más fácilmente.
Arzobispo, ¿quiere decir que esta teoría sutil es considerablemente más peligrosa?
Sin duda. La humanidad no se ha orientado muy rápidamente a las teorías de hoy. Para las primeras teorías marxistas de clases, la humanidad sabía que había injusticia en las teorías. Y si uno habla de género hoy, que la humanidad es diferente y que hay diferentes culturas, empieza a pescar en algo que parece valioso, digamos, tratar a cada persona individualmente desde un punto de vista subjetivo, que es, por cierto, el fundamento del individualismo. En otras palabras, cuando la ideología de género entra en el cuarto, es pura ideología, lo que realmente trata es de destruir las relaciones maritales y familiares mostrando que quiere crear una sociedad sin clases.
¿Cómo puede la Iglesia contrarrestar las tendencias de género y el marxismo cultural?
Creo que puede ser contrarrestado a través de la enseñanza de la verdadera doctrina cristiana: la que hace a la gente consciente del valor de la persona humana, sobre el esplendor del matrimonio y la familia, sobre el amor y la responsabilidad, que está conectado a un todo, todo lo que está en este punto, presente en la enseñanza de la Iglesia.
La respuesta y ayuda que la Iglesia puede mostrar hacia el matrimonio y la familia, establece que la Iglesia tiene una antropología que corresponde a la humanidad. Y enseñando y recordando esto, la Iglesia cumple un gran paso hacia la situación que el Papa Francisco llama un “hospital de campaña”. Toma el papel de un hospital de campaña donde los heridos son traídos para ser sanados. Este alivio no siempre es exitoso, porque las personas de hoy pueden estar tan encerradas en su individualismo que no aceptan otro pensamiento o acercamiento más que sus propias opiniones y convicciones.
Ciertamente hay otras dificultades que necesitan ser tomadas en cuenta, como una buena preparación para el matrimonio y la familia – que aquéllos que entran en el matrimonio deben saber que no es una costumbre de flores, música y fotos, sino están entrando en un sacramento que es indisoluble e inseparable. Particularmente, parece que una buena preparación para el matrimonio incluye una exploración de la fe de la pareja, si es que la tienen. Si no hay fe, la entrada al matrimonio será dolorosa y el sacramento nunca llegará a su realización total, aunque Cristo les acompañe sin cesar con su Gracia. Estas son formas posibles de ayudar a los matrimonios y las familias.
Las diferencias entre antes y ahora en las enseñanzas de la Iglesia es que ahora la preparación se hace de frente a la boda inminente, mientras que hoy la preparación debe ser para el matrimonio hasta la muerte, para un continuo acompañamiento hasta la muerte. Y en esta preparación, un cambio particular ha ocurrido: antes la gente tenía la idea que el sacerdote estaba allí para ayudar a la pareja a prepararse para la boda y acompañarlos en varias maneras. El discurso hoy, especialmente en la primera parte del Sínodo, es que tiene que haber un involucramiento cristiano más fuerte con las familias. Los matrimonios cristianos en las parroquias deben involucrarse en ayudar a las familias que sufren y ser un ejemplo de vida y mostrar a otros que es posible vivir en una relación donde hay fidelidad, donde hay un lazo indisoluble, en donde se puede, al mismo tiempo, amar, lo cual se expresa hacia adentro y hacia afuera.
La ideología de género y el marxismo cultural son retos políticos a los que nos enfrentamos hoy. Otro reto es la economización de los matrimonios; en otras palabras, cuando hablamos de socios en un matrimonio, hay una economización de los matrimonios, como hay una economización externa. ¿De qué manera puede la Iglesia actuar para apoyar a los matrimonios a la luz de este reto?
Creo que el soporte básico se apoya en llamar la atención al hecho de que la persona humana tiene prioridad sobre todo, incluyendo la economía, la cultura, la política y todo lo demás. La persona humana es el punto de referencia para la Iglesia. Si es así, la persona humana no está al servicio de la economía; en su lugar, la economía está para servir a la gente. Si toma la situación presente y la mira de cerca, uno nota que la familia está completamente subordinada a cosas como la economía –cada miembro bajo la economía. Encontramos ejemplos de esto en las corporaciones, donde la gente es explotada al máximo porque en esta economía todo gira en torno a las utilidades masivas. Se puede hablar de retos culturales, pero no tienen mayor significado. En este caso, todo es sacar la mayor cantidad de dinero.
El matrimonio ciertamente no es una mercancía…
Y el matrimonio no es una mercancía. Si ahora subordinamos el matrimonio y la familia a la economía, hemos arruinado el matrimonio porque mientras pueda llevar utilidades, podrá ser explotado por la economía. Si esta subordinación no produce utilidades, abandonaremos lo que queda del matrimonio. Como resultado, la subordinación termina.
¿Cómo puede hacer la Iglesia para que la gente sea más consciente de este problema?
Principalmente por la enseñanza social de la Iglesia, opuesta a todo lo demás. La gente necesita darse cuenta que la persona humana es más valiosa como persona que por sus propiedades. Este es el pensamiento filosófico enseñado y renovado por el Papa Juan Pablo II, que habló sobre los matrimonios y las familias. Si solo se les busca por el desarrollo económico veloz, se hace un gran daño a la familia. Tenemos muchos ejemplos de eso hoy – gente joven, inteligente y educada, también mujeres, que empiezan su vida profesional explotados por sus empleadores –corporaciones – hasta el fin.
Me dicen que es un fenómeno común, que la gente trabaja 12 ó 14 horas diarias, se quedan de noche trabajando en la oficina, y que sus vida de empleo duran solo unos pocos años. Con buena educación y buen salario, funciona. Pero después de un tiempo todo va cuesta abajo, que empiezan a tomar drogas para mantener el ritmo diario. Y después de cierto tiempo, son desechados como basura. Entonces viene el nuevo y comete los mismos errores y sale de la misma manera. Si aceptamos ese criterio subordinado a la economía, sin duda arruinamos el matrimonio y la familia. Ahora dicen que los nuevos estudios sociológicos han cambiado la situación, que la gente está empezando a decir que la mujer casada en el trabajo es más valiosa que una mujer soltera.
En otras palabras, son más valiosas que las que eran «solteras» y habían puesto toda su energía en su carrera. Las mujeres casadas son más responsables, planifican mejor, y usan mejor su energía, simplemente son más valiosas para sus empresas que las que no son casadas y no tienen familia. El criterio cambia, la situación cambia y la Iglesia no se puede andar corriendo tras cada situación para terminar con las manos vacías.
Otra fuente de retos viene de los medios y sus imágenes de las relaciones familiares, y el matrimonio en Internet y la televisión. ¿Cómo puede la Iglesia reaccionar a estos retos?
Sí, es cierto. La imagen del matrimonio y la familia en los medios es una tragedia. Lo que más se presenta como “matrimonio” en los medios no tiene nada que ver con la cristiandad. Ese punto de vista de los actores sobre la vida, más tarde se transfiere y proyecta a la sociedad. La gente, que quizás es un poco simple, recibe estos programas irresponsablemente, especialmente por la televisión. Después de un tiempo, empiezan a imitar esos comportamientos que ven: adulterio, infidelidad, intercambio de parejas, el empuje hacia el éxito, lujuria, glamour y así sucesivamente. Quiéranlo o no, los medios destruyen el matrimonio.
Por supuesto no se puede decir universalmente que todos los medios lo hacen, pero sí la mayoría, creo yo. No es solo un plan de los medios, sino algo que corresponde a la naturaleza de los medios porque la televisión tiene una perspectiva cerrada de la realidad y sólo puede mostrar esa perspectiva cerrada –solo lo que cabe a través del lente de la cámara. De tal modo, me parece, la naturaleza de los medios es por sí mismo un fraude.
¿Dónde pueden los católicos encontrar buenos ejemplos?
Creo que en este momento nos convencemos más y más de que sin medios católicos fuertes, la gente se encontrará en una situación desesperada. Hay toneladas de libros, incluso libros buenos, que nadie quiere leer – pongámoslo de esta manera – no son grandes libros académicos para los que se requiere cierta preparación; son libros populares sobre el matrimonio, la familia y los niños que nadie quiere leer. Por eso creo que si la gente ha caído en ese estado, debemos al menos intentar mostrar la realidad en los medios católicos, en la gente sea estimulado a buscar lo de «arriba» y no sean tirados hacia abajo –como en los medios– hacia un abismo profundo; sino que se muevan hacia el “espíritu”. De tal manera que no vivan, como San Pablo dijo, esforzándose por el cuerpo, sino por esforzándose por el “espíritu”.
Como consecuencia de los muchos ejemplos negativos hay una falta de conocimiento, incluso dentro de los laicos de la Iglesia, de lo que es el matrimonio, lo que es la familia, y lo que está detrás de ella. A pesar de la catequesis en Alemania y quizás también en Polonia, esta falta de conocimiento parece ser catastrófica. ¿Qué puede la Iglesia hacer para que los católicos estén atentos de lo que deben creer?
Sí. Quiero empezar a responder aquí diciendo que la falta de conocimiento de las enseñanzas del matrimonio no es mayor que la falta de conocimiento de otros temas. Hoy, podemos decir que es suficiente ir a la escuela y cuando el año escolar empieza los niños ya olvidaron lo que aprendieron el año anterior. La escolaridad de los niños es una cosa terriblemente complicada, muy complicada y muy difícil. Alcanza algunos, pero a otros no, los deja de lado y eventualmente los olvida y los desecha.
Uno completa su educación superior como un gran experto en un campo muy específico, pero todo lo demás parece tener poca importancia o esencia en su trabajo. Algo similar pasa con la enseñanza católica. Uno aprende el catecismo desde la escuela primaria hasta la media e incluso a la universidad, en la pastoral universitaria. Y de allí viene el resultado trágicamente común: alguien oye algo en algún lado pero no sabe de qué se trata.
Tenemos que tener cuidado de las enseñanzas de los sacerdotes que predican, pero en relación con la televisión eso no es nada –prácticamente un par de minutos comparados con muchas horas del impacto de la televisión. Pero la situación no es desesperada. Si la persona se interesa puede ir e investigar por su cuenta. Hoy Internet es, por un lado, un abismo, y por el otro, una enciclopedia de conocimiento, quizás no el más alto, pero al menos algo más simple que también puede ser usado por las enseñanzas católicas. En Polonia, los sitios de la Iglesia y las organizaciones eclesiales son muy ricos.
¿También sobre el matrimonio?
Sí, toda la enseñanza apostólica está traducida al polaco y es accesible. También son accesibles los textos de Pablo VI, Juan Pablo II y los del Papa Benedicto XVI, y su Opera Omnia que ha sido publicada por la Universidad Católica de Lublin. Así que cualquiera que sienta el deseo puede ir a la fuente.
¿Debe la Iglesia ofrecer cursos de preparación al matrimonio y necesitan ser estos intensificados durante la vida matrimonial?
Sí, este es también un problema de los cursos de preparación al matrimonio, que no tienen el carácter de una tarea, sino dan un sólido fundamento para el matrimonio y la familia. También pensamos de otra manera. Estamos preparándolos, y cierta parte de esto –la catequesis de adultos- ha sido hecha sabiendo que la catequesis no atrae a niños y jóvenes porque ha sido arruinada por los padres, más frecuentemente por su comportamiento o apatía contraria a lo que los niños han aprendido. Le damos más atención a la catequesis de adultos de varias maneras, siendo la más simple la catequesis sacramental. Cuando el niño es bautizado, recibe la Comunión o es confirmado, la catequesis no será sobre el niño sino sobre la situación de los padres – cómo son y cómo pueden acercarse más a Cristo.
¿En su opinión, Arzobispo, cuando vemos con esperanza el futuro, ¿en qué áreas debería la Iglesia estar especialmente presente para apoyar a los matrimonios y las familias? ¿Cuáles son los campos? ¿Los medios? ¿Los cursos prematrimoniales?
Creo que los medios, la catequesis, el magisterio ordinario, las publicaciones, todas estos medios – también lecturas católicas y la prensa católica – son buenas y tienen buen nivel. Son todos los medios de los que la Iglesia dispone. En relación a los tiempos antes de la Guerra, son menos en número. Antes, en el tiempo entre las guerras, la prensa católica era fuerte, muy fuerte, pero comparada con hoy, podríamos decir que la calidad ha subido.
¿Y qué hay de los grupos donde las parejas casadas pueden encontrarse?
Ciertamente hay más grupos de apoyo familiar… para nosotros la iglesia doméstica está muy desarrollada. En otras palabras, hay gente que ha pasado por preparación litúrgica-pastoral dirigida por el movimiento Oasis del Padre Blachnitzki y que se han casado y han formado grupos eclesiales en casas entre familias. En Alemania, este tipo de grupos también existe, en que las familias forman círculos, se reúnen, se apoyan unos a otros y viajan junto con sus hijos. Algo parecido pasa aquí y se le da especial atención a la inmersión en la doctrina. También hay Equipos de Nuestra Señora y otros movimientos que apoyan a las familias. Hay cierta seguridad, especialmente para las parejas jóvenes casadas que necesitan este apoyo.
Quiero volver a la cuestión de las personas en situaciones irregulares que vive de acuerdo a la doctrina de la Iglesia. ¿Cómo puede la Iglesia ocuparse de estas personas que siguen presentes en la Iglesia aunque su relación con la Iglesia con frecuencia se tambalea?
El Sínodo ha dirigido su atención principalmente hacia esto: a los que están separados; a los que se divorciaron pero no han entrado a una nueva relación; a los que se divorciaron e iniciaron una nueva relación civil. Todas estas situaciones son esencialmente diferentes y la Iglesia debe tratarlas de manera diferente. Los que viven en separación son fortalecidos y se les pide recibir la Sagrada Comunión porque, digámoslo de esa manera, viven en una situación que no se enfrenta a la relación sacramental en el sentido que no hay disolución de la relación indisoluble.
De manera similar, los divorciados que no inician una nueva relación también tienen derecho a recibir la Sagrada Comunión. Muchas veces no lo saben. Los que se han divorciado y empezado una nueva relación deben saber que, contrario a lo que muchos piensan, la Iglesia no está cerrada para ellos, aunque no pueden recibir la Sagrada Comunión porque es una expresión de la total relación con Cristo. Son invitados a escuchar la Palabra de Dios, asistir a Misa, involucrarse en trabajos de caridad y ayudar a otras familias. Hay lugares en la Iglesia en las que muchos divorciados que viven en nuevas relaciones civiles pueden ser valiosos para sí mismos y para otros.
¿Qué tanto pueden involucrarse los divorciados vueltos a casar en la vida parroquial? Estamos hablando de servicios como lectores o catequistas que preparan niños a la Primera Comunión. Actualmente, la Iglesia no ve tal posibilidad.
Ese es un tema difícil, porque no es solo la cuestión de la imposibilidad de recibir la Sagrada Comunión, sino también representar a la Iglesia en estos ministerios demandantes. Por ejemplo, el Ministro Extraordinario de la Comunión no puede ser alguien que está divorciado y en una nueva relación civil porque sería, de cierta manera, un anti-testigo, pero puede, digamos, ser muy valioso y realizarse en trabajos de caridad. Por supuesto, puede enseñar, pero como decimos en Polonia, no puede ser catequista porque está en contra de lo que debe ser un testigo, un auténtico testigo. Ciertas funciones, no solo la Sagrada Comunión, necesitan un testigo legítimo, no pueden ser asumidas por divorciados que viven en una nueva relación marital.
Quiero dirigir la atención a la cuestión de los niños que con frecuencia son las primeras víctimas cuando una relación falla, cuando los padres se separan. ¿Debe la Iglesia aumentar su atención y levantar la voz por estos niños?
Por supuesto. Porque lo que prácticamente existe en un divorcio es un tipo de egoísmo de los adultos. Se miran a sí mismo, a la imposibilidad de dos personas viviendo juntas, y los intentos que no llevan a nada, pero no se fijan en el niño. De hecho, un gran éxito del primer Sínodo fue la discusión de las personas homosexuales –que el problema de los homosexuales adoptando niños en un pequeño ejemplo de los derechos del niño. No solo los adultos tienen derechos, los niños también los tienen. Y los niños tienen el derecho de ser criados en una familia complementaria con una madre y un padre. En resumen: los niños no son juguetes en las manos de adultos que pueden ser disfrutados una vez y tirados después.
Eso significa que también es responsabilidad de los padres.
Sí, responsabilidad. En el caso que los padres recurren al divorcio, los niños corren de un padre al otro según decida el tribunal, no tienen un ejemplo de una buena y sana relación. Es muy posible que les cueste formar su propia familia porque cada pequeña dificultad les lleva a abandonar la relación y buscar otra persona para explotar.
Hablando de la Iglesia en Polonia, ¿es brillante, clara y fiel a la enseñanza doctrinal de Juan Pablo II y Benedicto XVI? ¿Conoce el Papa Francisco exactamente dónde se ubica la Iglesia Polaca?
Creo que lo sabe, porque la participación de la Iglesia Polaca en el primer Sínodo fue muy notoria. Claramente dijimos que nosotros no nos desviaríamos de la doctrina tradicional de la Iglesia al igual que la Congregación para la Doctrina de la Fe. Creo que todos los que lean lo que el Papa Benedicto XVI dijo en la Rota de 2007 a 2013 encuentra una enseñanza que no puede cambiarse. Es realmente una enseñanza brillante –una verdadera y brillante enseñanza– bajo la cual uno puede subordinarse y puede aceptar. Uno no puede seguir las tendencias de la nueva era porque las tendencias serán una cosa hoy y mañana otra.
Y la misión de la Iglesia no es correr tras el mundo sino guiar al mundo y mostrarle el camino correcto. Hablé por última vez aquí en la Coronación de María. De cierta manera, la Iglesia toma el papel del sistema de navegación GPS para la persona humana. Donde quiera que la persona se encuentre, donde quiera que se haya perdido o haya caído, basta que se conecte a la Iglesia y ella le mostrará el camino a la meta sin importar en qué lugar del mundo esté o en qué situación espiritual se encuentre.
¿Eso también significa que no puede haber ningún compromiso dado que no sería fiel a la doctrina?
No veo la posibilidad de crear un compromiso entre la verdad y la mentira. ¿Qué compromiso se puede dar entre Verdad y falsedad?
Una última cuestión respecto al futuro: Arzobispo, ¿Qué espera del Sínodo?
Creo que por un lado, confirmará la enseñanza que sabemos que no es invento de ningún papa, sino de la Iglesia. Esa es la gran transmisión de los esfuerzos intelectuales de la Iglesia y de la fe de la Iglesia. Por otro lado, mostrará de qué nuevas maneras podemos realizar la vocación para el matrimonio y la familia con mayor fidelidad a Cristo y de qué forma la Iglesia, que es compuesta por muchas personas con varias vocaciones, puede dar apoyo a través de la comunión. Hoy, la persona humana está más expuesta a una intensa presión y se encuentra mucho más secularizada que antes. Con este soporte, la Iglesia ayuda al ser humano a no perderse en el conjunto. No es solo una cuestión, para ponerlo de esta manera, de si vamos a dar los pasos correctos en la vida; sino es una cuestión de eternidad.