14 de Octubre 2015
Relator: Card. José Luis LACUNZA MAESTROJUÁN, O.A.R.
El Círculo Hibericus A siguió con la metodología de las reuniones anteriores, leyendo punto por punto de la IIª Parte y los resúmenes de las aportaciones de los Padres Sinodales en las intervenciones de las Congregaciones Generales, haciendo cada miembro el comentario que consideraba oportuno y, si se veía válido, solicitando la elaboración del MODO correspondiente para ser presentado a votación en otra sesión.
Destacamos los siguientes comentarios:
– Se necesita una definición de la Familia, bien sea como la de Gaudium et Spes #52 u otros documentos como Familiaris consortio.
– Quizá el título debería ser al revés: La Vocación Familiar y su Discernimiento o el Designio de Dios y la Familia.
– La misericordia de Dios no se puede condicionar, siempre lleva la delantera. Santo Tomás dice al respecto que, en Dios, la misericordia es la máxima virtud y el perdón es la más alta manifestación del poder divino. El perdón que Jesús nos ganó en la cruz no tuvo ninguna condición.
– De igual manera, la misericordia hay que entenderla en relación con el amor (Jn 3, 16) ya que es su manifestación, y la Iglesia prolonga el dinamismo misericordioso de la Encarnación.
– Se pide reubicar el segundo párrafo del #38 a los números 80 – 81 en los que se habla de la Palabra de Dios y la Familia, citando textos de la Sagrada Escritura.
– Parece que hay un cierto desorden en la colocación de los títulos y cuesta llevar la lógica de la relación.
– Hay que poner acento en la gradualidad y procesualidad para acoger el proceso como Dios comunica la gracia de la Alianza, que educa teniendo en cuenta cada persona, progresivamente, en comunidad, corrige, acompaña y perdona. Por ser la pedagogía de Dios, la procesualidad se recoge tambien en la Tradición (San Agustín De cathequizandis rudibus) y también lo señala Aparecida (280, 281).
– Hay expresiones en las que parece que se absolutiza el matrimonio y la familia, mientras que Jesús los relativiza al Reino de Dios
– El plan divino es único, por lo tanto habría que hablar del matrimonio en sí, sin las distinciones.
– Se habla de encuentros de Jesús con distintas personas en distintos ámbitos, pero habría que insistir en los que se realizan en ámbitos familiares: Lázaro y familia, Pedro y familia… En el encuentro con la “adúltera” nos recuerda con claridad “el que esté libre de pecado que tire la primera piedra”. Jesús siempre abre puertas.
– Tengamos en cuenta la analogía entre la Familia y la Iglesia: así como la Iglesia es sacramento de salvación, la Familia cristiana debe ser un signo visible y participativo de la Iglesia.
– Hay varios grados de sacramentalidad del matrimonio: natural, Alianza, cristiano.
– La fidelidad de Dios se derrama en el sacramento del Matrimonio, pero al modo humano: “quidquid recipitur, ad modum recipientis recipitur”. La fidelidad indisolubilidad es un misterio que incluye la fragilidad.
– La redención acontece en la pobreza del hombre, teniendo en cuenta la gracia ya que los sacramentos no se realizan en la fuerza de los hombres. Sin embargo, el sacramento del matrimonio es el único en el que se exige la actualización de lo escatológico.
– No tenemos una teología de la familia sino del matrimonio y más vinculada a lo moral. El Magisterio debería presentar el Evangelio de la familia en forma orgánica e integrada.
– En la familia, el Evangelio se vuelve carne, mediante la acogida, el perdón, el encuentro, y, sin esta mediación, el cristianismo se reduce a retórica o ideología.
– La espiritualidad propia del matrimonio es en y desde la vida diaria, no sólo en los actos piadosos o litúrgicos, como explica San Francisco de Sales en las Cartas a Filotea, citado en Christifideles laici.
– Siendo la Eucaristía el centro y la cumbre de la vida cristiana, hay que potenciar las Celebraciones dominicales en ausencia del presbítero, a través de las Comunidades Eclesiales de Base, Catequistas, Delegados de la Palabra, devociones populares.
– La espiritualidad matrimonial nace de la presencia de Dios en medio de los esposos.
– Los padres son los primeros catequistas y siendo la familia “Iglesia doméstica “, su vocación es ejercer la ministerialidad de la Iglesia que es carismática, pero también litúrgica y de solidaridad. Lamentablemente, los padres han perdido la capacidad de transmitir la fe, con lo cual se llega a comunidades formales o que desarrollan una sola dimensión de la vida cristiana.
– La característica más importante de la familia es la “totalidad”, mientras en el resto de la vida se trata sólo de relaciones funcionales.
– Siguiendo la tesis de los “semina Verbi”, no se puede desconocer que hay muchos valores positivos en otros tipos de familia.
– Cuando se habla de los jóvenes y el matrimonio, se hace desde la perspectiva del miedo, lo cual no es suficiente, es una cuestión antropológica: viven al día, no encaja con su manera de pensar el “para siempre”, no se lo plantean, es otro modo de ver la vida. Quizá podríamos hablar de informalidad: un papel no hace el matrimonio y quizá lo hemos rodeado de tantas formalidades que no caben en la mente de los jóvenes que, muchas veces, identifican formalidad con hipocresía.
– Además, decir que tienen miedo o no se atreven contradice la experiencia de tantos jóvenes que aceptan el riesgo del voluntariado o se arriesgan por razones políticas u otras luchas.
– Hay culturas en las que ciertos aspectos condicionan a los jóvenes de cara al matrimonio, como la “dote”, sin dote no pueden casarse ni siquiera civilmente.
– También hay que tener en cuenta que el ejemplo de los padres y de la familia contagia o anima a los hijos y a aquellos les compete presentar la “belleza del matrimonio y la familia”.
– Además de la falta de una Teología de la Familia, de la que ya hablamos antes, también pareciera que nos limitamos a repetir cosas obvias, pero faltan ideas clave y motoras.
Al final del trabajo, el Círculo aprobó 54 modos.