EL CRISTIANISMO ABSOLUTO

CASTELLANI Y LOS JÓVENES



Hay una respuesta ruda de Cristo, que muchos no entienden, a un joven que quería ir a sepultar a su padre. En realidad, hay tres respuestas rudas a tres casos análogos (Lc.9, 57-62):

− “Deja que los muertos sepulten a sus muertos”, ¿qué quiere decir eso? , me preguntó un distinguido médico, hoy finado. Se lo expliqué bastante mal.

− Pero es que quería ir a enterrar a su padre….

− Así es. Calló un momento y luego dijo: El “Evangelio” es difícil…

− Sí; cumplirlo más todavía que entenderlo; lo va entendiendo uno a medida que lo va cumpliendo, en realidad.

No es de creer que Jesucristo reprobase el ir a enterrar a un muerto, lo cual es una obra de misericordia, ni el ir a despedirse de sus parientes. Él mismo cumplió puntualmente esos deberes de humanidad o de mera civilidad.

No hay que imaginarse a Cristo como el Chúcaro Pastor Brand de Ibsen: ése es un Cristo luterano y “unilateral”.

Si el joven que quería ser “discípulo” hubiese dicho a Cristo: “Rabbí, sé cuán capital es seguir la voz de Dios cuando nos llama; más aún, sé que es lo único capital. Pero me gustaría mucho ir a cumplir ahora, si es posible, con mi familia”, la respuesta de Cristo hubiese sido afirmativa; más aún, si solamente lo hubiese “pensado”.

Si Cristo respondió como respondió, es porque el candidato pensaba mal. “Ponía una condición”.

No se puede poner condiciones a lo Incondicional. El que pone condiciones a lo Incondicional está mal dispuesto a lo Incondicional, y por tanto, no lo puede recibir: no lo conoce siquiera.

El Cristianismo de Cristo (que no es el Cristianismo de Constancio Vigil), es como una especie de “cura radical” (que no es un sacerdote politiquero), la cual uno posterga lo más posible, y cuyo primer paso es un salto.

La respuesta de Cristo no fue un simple: NO.

En los tres casos fue una frase que al mismo tiempo que deniega, enseña; deniega para enseñar, justamente.

¿Qué enseña? Que la salvación es algo absoluto, que está por encima de todas las consideraciones terrenas; en otro plano, simplemente.

Para Cristo, el que no lo sigue a Él, está muerto; el que lo sigue mirando atrás, no sirve para el Reino; y el que condiciona su llamado para Apóstol a la retención de sus bienes materiales, no puede ser Apóstol.

El Cristianismo es algo absoluto, que no sufre el “compromiso”.

Hoy día hay bastantes prosélitos de una religión pastelera que relativiza el Cristianismo.

Para muchos la religión es un poco de moralina y un poco de mitología; y ella es lo bastante razonable y maleable para adaptarse “a las exigencias de la vida”, es decir, a las exigencias del mundo.

Para ésos pronunció Cristo esas tres frases netas y rudas. La relación del hombre con Dios es un Absoluto, una cosa que introduce la Eternidad en el Instante.

“Teme a Jesús que pasa y no vuelve”, decían los antiguos: “time Jesum transeuntem et non revertentem”.

Cuando Dios nos llama, nunca sabemos si ésta no será la última llamada. Así acontecía en la vagabunda vida del Maestro: una vez pasó por Corozaín, una vez pasó por Bethsaida. No lo recibieron. Y no volvió.

Pero si los tres jóvenes remisos hubiesen seguido decididamente a Cristo que “pasaba”, puede que el mismo Cristo les hubiera mandado volver atrás a arreglar sus cosas.

Los deberes comunes, la moral social, y aún la simple cortesía, una vez abrazado Dios con toda el alma, no son eliminados, sino transfigurados.

Eso sí, nada debe ser obstáculo para abrazar a Dios, ni lo más respetable del mundo, como es la moral social, la cual suele escandalizarse de las actitudes netamente religiosas.

Pero “dichoso aquél que de Mí no se escandalizare”. (Mt. 11, 6).

Via: https://radiocristiandad.wordpress.com/