El mensaje muestra la preocupación por los conflictos armados, por la persecución religiosa en países como Siria e Irak y exhortan a una convivencia pacífica “fruto de la fraternidad, de la justicia, del respeto y del perdón”.
“Desde hace años, a causa de sangrientos conflictos en curso (las familias) son víctimas de inauditas brutalidades. Sus condiciones de vida se han agravado en estos últimos meses y semanas”, comienza el mensaje.
“El uso de armas de destrucción masiva, los asesinatos indiscriminados, las decapitaciones, el secuestro de seres humanos, el tráfico de mujeres, el uso de niños, la persecución con motivo del credo y de la etnia, la devastación de los lugares de culto, la destrucción del patrimonio cultural e innumerables otras atrocidades han llevado a miles de familias a huir de las propias casas y buscar refugio en otros lugares, a menudo en condiciones de extrema precariedad”.
A esto se suma que “actualmente se les impide regresar y ejercitar el derecho a vivir en dignidad y seguridad en su propio suelo, contribuyendo a la reconstrucción y al bienestar material y espiritual de los respectivos países”.
En esta realidad “son constantemente violados los principios fundamentales de la dignidad humana y de la convivencia pacífica y armoniosa entre las personas y los pueblos, los derechos más elementales, como el de la vida y la libertad religiosa, y el derecho humanitario internacional”.
La declaración recuerda unas palabras del Papa Francisco pronunciadas el 26 de mayo de 2014 en el edificio del Gran Consejo sobre la Explanada de las Mezquitas en Jerusalén, durante su visita a Tierra Santa: “todas las personas y las comunidades que se reconocen en Abraham: ¡respetémonos y amémonos los unos a los otros como hermanos y hermanas! ¡Aprendamos a comprender el dolor del otro! ¡Ninguna instrumentalización de la violencia en nombre de Dios! ¡Trabajemos juntos por la justicia y la paz!”.
“Estamos convencidos de que la paz es posible, y es posible detener la violencia, que en Siria, Irak, en Jerusalén y en toda Tierra Santa, sacuden cada día a las familias y civiles inocentes y agravan la crisis humanitaria. La reconciliación es fruto de la fraternidad, de la justicia, del respeto y del perdón”.
“Nuestro único deseo –dice el texto– como el de las personas de buena voluntad que forman parte de la gran familia humana, es que se pueda vivir en paz. Que ‘los judíos, los cristianos y los musulmanes puedan ver en el otro creyente un hermano al que respetar y amar para dar en primer lugar sobre sus tierras un precioso testimonio de la serenidad y de la convivencia entre hijos de Abraham’”.
A su vez, “nuestro pensamiento y nuestra oración se extienden, con igual preocupación, solicitud y amor, a todas las familias que se encuentran implicadas en situaciones análogas en otras partes del mundo, especialmente en África y Ucrania”.
“Les hemos tenido muy presentes durante las labores de esta Asamblea Sinodal, como a las familias de Oriente Medio, y también para ellas pedimos con fuerza el retorno a una vida digna y tranquila”.
“Confiamos a la Santa Familia de Jesús, María y Jesús, experta en el sufrimiento, nuestras intenciones, para que el mundo sea pronto una única familia de hermanos y hermanas”, concluye el mensaje.