¿Cómo es una buena suegra?



Tuve la fortuna de tener una buena suegra. Fuí la hija de una buena suegra. Ví a mi mamá sufrir no por sus hijos, sino a causa de sus nueras o sus yernos. Mi mamá era un poco diferente a muchas madres en la actualidad. Tal vez ahora sería llamada una "mala madre". Mi mamá no regañaba a su nuera, no regañaba a su yerno.... ella le llamaba la atención a sus hijos. Mi mamá se aplicaba aquello de "por mi culpa, por mi culpa". Se preguntaba qué hice o qué no hice para que mis hijos tengan un mal matrimonio. Yo la ví quedarse callada al ser insultada por sus nueras; quedarse callada cuando le decían que sus hijos eran borrachos o desobligados. Sus nueras se lo decían con malos modos... y ella callaba. Agachaba la cabeza, porque era cierto. Pero no se quedó sólo con aceptar, ella oraba para que sus hijos cambiaran. Pero no sólo oraba, ella a su modo medio salvaje, a como era ella, le llamaba la atención a sus hijos. Se hacía cargo de sus nietos, trataba de ayudar a sus nueras, a sus yernos. Ella tuvo la desgracia de tener que trabajar, fué una mujer que tuvo 4 hombres en su vida e hijos de cada uno. Pero aún dentro de sus equivocaciones, trataba de buscar lo mejor para sus hijos. Reconocía sus limitaciones, buscó internados donde sus hijos crecieran cuidados y educados porque ella no les podía dar lo que no sabía que necesitaban. Ella buscaba de una manera y de otra, cómo ayudar a sus hijos. No sólo con dinero o con despensas, sino tratando de llevar un cambio a sus vidas. Fueron tremenditos. Mi mamá oraba mucho por ellos. No sabía mucho de iglesia, por éso yo tampoco sé mucho, pero amaba a sus hijos y pedía a Dios con mucha fé por ellos. Terminó por saber que necesitaba acercar a sus hijos a Dios, que no bastaban sus oraciones para mejorar sus vidas. Imagino lo difícil que sería para ella hacerlo. Seguramente no sabía cómo hacerlo; lo sé porque a mí me sucede lo mismo con mis hijios. Ella empezó a llevarme la Palabra. Se sentaba a mi lado y se ponía a leer su Biblia en voz alta. Con versículos y todo. Yo estaba acostumbrada a verla y oirla orar por nosotros, pero no la había visto nunca leer la Palabra de Dios. Algo se me quedaba de ello, seguramente. Trató de llevarme al lugar donde ella iba a escuchar la Palabra de Dios, pero sinceramente no quise ir. En ése tiempo, creía que éso era cosa de la chochez. Cuando niña, tuve mucha fé, me gustaba ir a la Misa. Después dejé de asistir y poco a poco me volví una católica pachanquera, de las que sólo van a los bautizos, bodas y XV años. Nunca dejé la iglesia, soy muy sociable y la familia de mi suegra también. Ambas familias acostumbrabamos bautizar, confirmar a los niños. Llevarlos a la Primera Comunión, casarnos por la Iglesia. Y como somos muchos, pues mínimo cada mes o cada dos meses íbamos a Misa. Tal vez no con la intención con que debemos ir, pero asistíamos. Algo se me quedaba de ello. No fuí yo quien no dejó la Iglesia, Jesús nunca me dejó. Esa es la verdad. El nos busca y toca y toca y vuelve a tocar. A mí me llevó siempre a su casa, aunque sea através de fiestas. Ahora voy porque sé lo que significa, pero por lo menos siempre fuí. A la iglesia, el templo me llevaba mi suegra que tal vez no era muy buena católica, pero nos llevaba a fiestas. Ella tenía muchos compadres, muchos ahijados y acostumbraba llevar a toda su prole a las fiestas que la invitaban. Asi que entre las fiestas de la familia y las fiestas de las amistades, pues íbamos a misa muy seguido. Así es Jesús. El no nos deja. Nos llama de la manera menos esperada. Quiero decir que en mi vida de casada, no he sufrido con mis hijos. El sufrimiento por los hijos es un castigo a Eva que se alejó de Dios. Yo no sufrí por mis hijos. Dios me ha permitido estar cerca de ellos todo el tiempo, estando en casa, viendo cómo van creciendo, jalándoles las riendas cuando es necesario y darles un refresco cuando lo es. Mi suegra también tuvo la fortuna de estar en casa, con sus hijos. Y pudo verlos crecer. Y entre mi madre que trabajaba y tenía muuucha fé y oraba por nosotros y mi suegra que iba a misa sólo por la pachanga, yo salí beneficiada. Y conmigo, mi suegra y su familia. Mi madre oraba por mí, por sus hijos. Mi suegra también amaba a sus hijos, pero no oraba por ellos. Sólo se dedicaba a la vida social. Y mi suegra terminó por encontrar también a Jesús y empezó a orar por sus hijos. Ambas amaban a sus hijos; una que tuvo la necesidad de trabajar y mi suegra en su casa. Una con una fé que movía montañas y la otra que tenía los ojos muy puestos en el mundo. Entre ambas yo salí beneficiada. Con ésas madres cómo no me iba a bendecir Dios en mi matrimonio. El mérito no era mío. Ellas a su modo tal vez incompleto, me mostraron el camino. Lo demás he tenido que recorrerlo yo. Pero ah!!! ahora tengo la mano de María para llevarme. Tanta oración de mi mamá, tanta oración de mi suegra después por mí y por su hijo, nos han mantenido unidos. Ahora yo hago lo mismo que ellas hacían. Tengo fé como mi mamá y doy con el mazo, como mi suegra. No soy aún suegra, no sé cómo seré cuando lo sea. Pero sí sé la suegra que no quiero ser: Una mujer que sea indiferente a sus nueras. Tengo dos hijos que aún no se casan. Quiero ver a mis nueras como mujeres, no como la mujer de mi hijo. Quiero respetarla como mujer, en su independencia, con su propia forma de ser. Quiero aportarle algo si ella me lo permite. Quiero que termine por ser mi amiga, como mi suegra lo fué de mí. Soy de ésas pocas mujeres que pueden decir que su suegra fué su amiga. Eso quiero ser. Sé de sus defectos, porque ella me los dijo. Sé de sus virtudes porque la ví tratar de recomponer el camino que había perdido. Ella había perdido el camino a Dios, no creía en la Iglesia. Asistía sólo a fiestas como digo o a misas para difuntos, pero sólo como una manera de ver unida a su familia. Pero tantas fiestas y ella era muy pachanquera ajjaja, terminaron por hacerla volver al camino. Y es curioso. Mi mamá que había tenido a sus hijos desunidos siempre, pero buenas personas, terminó por verlos unidos. Mi suegra que había tenido a sus hijos unidos, pero en malos pasos, terminó por verlos enderezar sus caminos. Mi mamá ayudaba a mi suegra, através mío. Yo le platicaba de ella, de sus problemas y mi mamá llegó a enviarme ayuda para ella. La compadecía y con su compasión, seguramente pedía por ella. Y mi suegra, al principio criticaba a mi familia, pero yo le platicaba de mi familia, de sus problemas y terminó por compadecerlos. Através mío, dos mujeres que se vieron en muy pocas ocasiones se compadecían una por la otra; se ayudaban la una a la otra; terminaron por entenderse una a la otra. Mi mamá veía mal a las mujeres pachangueras como mi suegra. Y mi suegra veía mal a las mujeres rezanderas. Y através mío, terminaron por entenderse una a la otra. Yo las quería a las dos, porque las dos eran buenas mujeres, madres que amaban a sus hijos. Pero no todas las nueras son como yo, algunas son un poco más difíciles y mi suegra y mi mamá tuvieron que aprender a tratarlas. Sus hijos eran tremenditos y sus mujeres, igual. El amor todo lo vence. Y una madre que ama a sus hijos, no puede rechazar a la mujer u hombre que vive con sus hijos. ¿Cómo es una buena suegra? me vuelvo a preguntar. Una mujer que ama a sus hijos, una mujer tolerante con los defectos de los demás, una mujer que vive con caridad hacia los demás. Por lo menos, así eran mi mamá y mi suegra.